Efecto campamento de verano

A veces nuestra cabeza, nuestra imaginación junto con nuestros recuerdos nos hacen tener expectativas increíbles sobre aquello que puede llegar a pasar. Pensamos que todo cambiará, que tras una tormenta siempre llega la calma, que volveremos a sentir esas sensaciones que sentíamos hace unos años, ese estado de felicidad permanente, ese dolor de mejillas de tanto reír, que si llorábamos era de risa y que estar cansados valía la pena, que ese agotamiento era sinónimo de felicidad y que cuando el sol se iba nosotros nos quedábamos con la luna de fiesta. Y ahora, ahora si lo pensamos fríamente no estamos tan mal, es cierto que no es lo mismo, que todo ha cambiado bastante, y cuando nos damos cuenta de eso, es cuando la realidad se topa con nosotros, y nos dice que olvidemos esas ilusiones que ha creado nuestra cabeza, que eso es el efecto campamento de verano. Si, aquel primer campamento al que vas, que disfrutas tanto que te olvidas hasta de respirar que lo pasas tan sumamente bien que el tiempo pasa a la velocidad de la luz. Pero, cuando vuelves a ir a otro campamento, otro verano, otro año… ya no es lo mismo, y una parte de ti se desilusiona.
Quizá nosotros pensábamos que el tiempo sólo iba a pasar sin dejar secuelas ni rastro pero no, no ha sido así, el tiempo ha pasado y ha marcado en cada uno de nosotros un sello que nos hace ser como somos ahora, para bien o para mal es así. Pero, sinceramente, si no queremos esto, si estar así no es lo que más felices nos hace está en nuestra mano cambiar cualquier cosa y eso, eso hace que todo vuelva a ser posible.
Quizá hasta ahora, no nos hayamos dado cuenta que hemos caído en el efecto del campamento de verano. Pero, es aquí, y a partir de ahora, cuando podemos darle la vuelta a todo esto por completo y ser aquellos que queremos ser.