Y
en ese mismo momento es cuando estoy
en la cuerda floja. Cuando voy
al son de tus
caderas y al vaivén de tus
pies. Cuando rompe todos mis
esquemas otra vez. Cuando simplemente no encuentro
razones para decir su nombre. Y en el mismo día, y a la misma hora,
en la que aprendí
conjugar su sonrisa en gerundio, ahí estaba
perdida.
Cuando conocía sus cicatrices, y cada una de sus caricias. Cuando
utilizaba aquella maldita fórmula con la cual encontraba sus manos
sin necesidad cerrar los ojos y soñarle. Cuando te
tenías
ahí, para solo dibujarle lo que no está escrito. En aquel tiempo,
cuando me
decías 'te quiero, por encima de cualquier pero'.
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